La fe de la revolución humana
[Fragmento de la entrevista publicada en el número de Invierno 2008 de la revista de budismo Tricycle de los Estados Unidos.]
C. S.: Al final del Sutra del loto, el buda Shakyamuni declara: "Si encontráis a una persona que acepta y mantiene este sutra, debéis poneros de pie y saludarla desde lejos, mostrándole el mismo respeto que mostraríais a un buda". ¿Cómo interpreta usted esas palabras de Shakyamuni?
D. I.: Creo que ofrecen una guía certera para los creyentes budistas que viven en un mundo donde existen innumerables religiones.
Nichiren afirma que los ocho caracteres chinos que se traducen como "debéis poneros de pie y saludarla desde lejos, mostrándole el mismo respeto que mostraríais a un buda" expresan la primera y más elevada transmisión de Shakyamuni -lo que él anhelaba que poseyeran como virtud quienes practicarían el Sutra del loto en el futuro, después de su muerte-. En otras palabras, lo más fundamental es nuestra acción o comportamiento como seres humanos, nuestra capacidad de experimentar genuino interés por una persona y de atesorarla.
Hay un capítulo en el Sutra del loto dedicado al bodhisattva Jamás Despreciar, quien saludaba reverentemente a cada persona que encontraba en su camino con estas palabras: "Siento profundo respeto por vosotros. Jamás osaría trataros con desprecio o arrogancia ¿Y por qué? Porque todos estáis practicando el camino del bodhisattva y sin falta obtendréis la Budeidad". He ahí un ejemplo concreto de interacción con los demás que debemos seguir como budistas modernos que vivimos en una era de conexión entre todas las naciones, marcada por cuestiones que nos atañen a todos de manera global.
Según las enseñanzas del budismo Mahayana, el período en que estamos viviendo se denomina Último Día de la Ley, una época de discordia, signada por los conflictos. La única manera de resistir y contrarrestar las turbulentas corrientes de una época como la nuestra es la sólida fe en la naturaleza de Buda de uno mismo y de los demás. Y el modo de poner esto en práctica es el respeto que podemos ofrecerles a nuestros semejantes.
C. S.: Hoy casi no existe algo así en las relaciones internacionales, aunque siempre hay esperanza para el futuro.
D. I.: Por cierto que la hay. Y el budismo puede ofrecer muchas maneras de cultivar esa clase de esperanza. Creer en uno mismo y en los demás, y tratar a nuestros congéneres como trataríamos a un buda es la práctica que despierta la naturaleza de buda que reside en nuestro interior y la hace surgir. Es entonces cuando la propagación franca y directa promovida por Nichiren cobra su verdadera importancia. Precisamente, porque somos capaces de tener fe en la naturaleza de Buda de la otra persona, podemos extraer la misericordia desde nuestro interior y, con el deseo de que todos logren la felicidad, entablar un proceso de diálogo profundo y considerado con los demás. Tal es el verdadero espíritu de la propagación: difundir el Budismo de un individuo a otro. Ello implica antes que ninguna otra cosa, construir la confianza y la amistad a través del diálogo respetuoso y constante con otras personas.
Todos estamos dotados de igual manera de la capacidad inherente de respetar a otros; esa aptitud es fuente de esperanza inextinguible, porque corporifica una verdad universal que trasciende lo específico de los credos religiosos. El respeto que ofrecen los budistas a otras personas se brinda en virtud de la humanidad que los demás poseen, sin que importen sus creencias religiosas. Nichiren lo describió con una metáfora poética, diciendo que, cuando nos inclinamos ante un espejo, la imagen reflejada en este se inclina a su vez con reverencia ante nosotros. Ese es el verdadero espíritu del budismo y, sí, una razón para la mayor de las esperanzas.